miércoles, 12 de febrero de 2014

CONSIDERACIONES SOBRE LAS RELACIONES ENTRE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO JURÍDICO (I)


DE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO JURÍDICO (I)

Cada individuo persigue su propia realización. Toda persona procura consolidar un lugar en el mundo, disfrutar de calidad de vida, obtener la consideración y el reconocimiento ajenos. Este es el motor de la Historia de la Humanidad que en una óptica, es la Historia de la articulación de los diversos intereses.  No obstante, el Hombre [1] es un animal social, político y jurídico. Un ser humano, por biología, por conveniencia o por necesidad, no puede vivir normalmente sino en comunidad o en colectivos. Inclusive para obtener sus logros personales, estratégicamente o por necesidad ya que nadie puede hacerlo solo, el individuo deberá agruparse con otros.

El contacto entre los diferentes ámbitos de intereses genera en las sociedades fricciones y competencias ya que en el mundo físico, limitado por la escasez de recursos y de oportunidades, nadie (personal o grupalmente) puede lograr o ampliar su propio ámbito sin consecuencias en el ajeno. En ese tracto los seres humanos se organizan y articulan a través de estructuras de afinidades y de poder, basamento del sistema político que tiene como objetivo la conducción social.

Como la experiencia ha mostrado que la colisión o la conflagración de intereses suele no ser productiva ni beneficiosa, se hace necesario reglas para articular su interacción a efectos de que todos puedan convivir sustentablemente. Las estructuras del poder político deben elaborar una disciplina de ejercicio para que los intereses actúen dentro de los límites de sus derechos, y un sistema de supraordenación para conducir el tejido social. Así, las personas, los colectivos y los gobiernos se desenvuelven a través de reglas que ordenan la convivencia en sociedad y las relaciones entre gobernantes y gobernados. Estas normas según los casos podrán crearse a través de una imposición, o consensuarse a través de una convención o pacto entre los diversos individuos o grupos. El Derecho surge así, teniendo como padre a la necesidad social de ordenar el juego de las diferentes pretensiones, y como madre a la voluntad política que desde las estructuras del poder le da realidad. 

Es el Derecho pues, un producto social y político, con independencia de cómo lo conciba cada cultura y de cómo lo estructuren los protagonistas sociales o los conductores políticos que le dan forma. Mas el Derecho no es un mero armonizador de lo social y lo político, sino que posee vocación para imponerse como entidad propia y para recrear la realidad social y política como un instrumento evolutivo. El Derecho no es una molestia, ni un sojuzgador social ni un complicador de los propósitos de los gobiernos; es un instrumento poderoso para propiciar y en su caso transformar hacia mejores condiciones y oportunidades de realidad. No hay cambio político ni social sin el concurso del orden jurídico.

¿Lo jurídico debería predominar sobre lo político y sobre lo social? El Derecho es el máximo nivel conocido de la organización sociopolítica humana, donde lo jurídico es el elemento objetivo civilizador y garante de todos los intereses y derechos por excelencia. No hay gobierno, por más autoritario que sea, que no busque legitimarse en un sistema de Derecho a la hora de querer congraciarse con el consenso social. Concebimos a lo jurídico permeando a lo social y a lo político. El Derecho no es un fin en sí mismo, del mismo modo que lo social y lo político no son tampoco fines en sí mismos.  Precisamos que lo jurídico no puede sobrepujar a lo social o lo político, pero tampoco puede ser menos; no significa que el Derecho deba ceder o subordinarse a lo social o a lo político (o a quienes detenten la organización de lo socio político). No puede ser viable ni aspirar a la eternidad un Derecho servil o que funja para prohijar la voluntad de gobernantes o de los grupos que los sostienen. Porque el compromiso de lo jurídico no está al servicio de la voluntad de un sistema o de una ideología de turno sino con la persona humana, apuntalándole, permitiéndole un espacio de oportunidades contra las imposiciones de la cultura social y de los avasallamientos de los gobiernos.

¿Lo político o lo social deben estar por encima de lo jurídico? Toda sociedad y todo gobierno pretenden por su parte la satisfacción de sus gentes, pero no pueden olvidarse de lo jurídico. La vida cotidiana da cuenta de las infelicidades, cuando no de los daños irreversibles, que se producen cuando se pretende anestesiar o prescindir de la razón del Derecho.

Lo social, lo político y lo jurídico no están ni por encima ni por debajo uno de los otros, sino todos juntos y cada uno destinados y consagrados a la felicidad de cada ser humano. En el Derecho, eso por lo menos está muy claro.




[1] La palabra “Hombre” con mayúscula denota a cualquier individuo de la especie humana con abstracción de su sexo. No se verá en este término una connotación ni sesgo de género. Entendemos la palabra “Hombre” como la síntesis espiritual de todos los conocimientos, de todas las experiencias y de todos los tiempos de su especie.

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