domingo, 20 de julio de 2014

CONSIDERACIONES SOBRE LAS RELACIONES ENTRE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO JURÍDICO (VII)


DE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO JURÍDICO (VII)

Sin una autoridad encargada de formar las leyes; sin un Gobierno que cuide de cumplirlas; sin jueces que las apliquen en las contiendas particulares; los hombres no reconocerían otro derecho que el del más fuerte, ni éste otra razón de obrar que su utilidad y su capricho: no habría deberes que llenar, ni obligaciones que cumplir; y una confusión perpetua, sería el escollo en que vendrían a estrellarse la libertad individual, la seguridad del ciudadano, y el tranquilo goce de sus propiedades.
Jaime Zudáñez, “Manifiesto que la Constituyente dirigió al Pueblo Oriental para que comprendiese a cabalidad el significado del Juramento que el Pueblo iba a hacer sobre la Constitución de la nueva República, el 18 de julio de 1830

Es menester que la Justicia sea independiente porque sería fatal para una sociedad que aquélla fuera políticamente obsecuente. La independencia hace a la dignidad y al prestigio de la Justicia y de los Jueces. Hay una relación muy directa entre corrupción, servilismo y sujeción al poder político, y esto no es una idea personal: lo demuestran los rankings internacionales de transparencia y de efectividad (eficiencia y eficacia) de los sistemas judiciales. Por tanto, la mayor independencia de los Magistrados hace a la mejor calidad de vida democrática. En toda Democracia la independencia de Poderes no es una formalidad sino una garantía para todos los habitantes, porque los pone a salvo de la voracidad de los gobernantes (de los Jueces inclusive).

La Justicia tiene por misión solucionar los conflictos de intereses (con arreglo al Derecho y a la Verdad). En lo jurisdiccional, nadie tiene el derecho de revisar una decisión de un Juez sino es el propio Poder Judicial. Pero asimismo le corresponde a éste un importante papel en el Control del Poder; dentro de esta misión la expresión del imperio de un Magistrado judicial trasciende lo estrictamente jurídico para proyectarse públicamente. Las decisiones de los Jueces pueden así afectar intereses privados o políticos. ¿Eso significa que tiene una potestad superior a los demás poderes de gobierno (Poder Legislativo y Poder Ejecutivo), o que es el regulador supremo del sistema político social? ¿Quién controla a ese controlador?

El Poder Judicial no es más que los demás Poderes de gobierno (Poder Legislativo y Poder Ejecutivo), aunque tampoco es menos. Si bien en ocasiones el Poder Judicial debe velar por que los otros Poderes transiten bajo el Imperio del Derecho, se trata de una potestad que se le ha cometido únicamente dentro del marco de la Constitución y de las Leyes. Es este marco jurídico quien a su vez también nivela al Poder Judicial cuando se excede en sus atribuciones. Dentro de un delicado mecanismo de equilibrio institucional y normativo todos los Poderes de Gobierno son iguales, pero cada uno haciendo lo que debe hacer.

El Juez no es un dios, sino un ciudadano sometido a las mismas obligaciones y deberes que cualquier otro ciudadano. Sus poderes y potestades, su imperio, actúan solamente cuando el Derecho o las personas exigen su actuación y cesan cuando ha juzgado o ejecutado lo juzgado; fuera de esas oportunidades no es más que nadie. Porque el Pueblo le ha delegado directamente la tarea de hacer justicia, el Juez se debe y rinde cuentas directamente al propio Pueblo (arts. 23, 82, 118 inc. 2º y 233 de la Constitución; art. 84 de la Ley No. 15.750); en ello, la potestad del Juez conlleva como contrapeso una enorme responsabilidad que exige al Juez una ética de humildad y de servicio. Los Magistrados del Poder Judicial deben, por imperio de la Constitución y de las Leyes, ser facilitadores de la armonía institucional y del libre juego de todos los derechos. El autocontrol profesional y ético obliga a los Magistrados judiciales a no creerse los reguladores del sistema.

En un mundo de intereses una decisión judicial puede agradar a algunos y disgustar a otros. Las sentencias proyectan a la vez luces y sombras, alabanzas y rechazos. Y es natural, propio de la índole del quehacer jurisdiccional que mientras a una parte beneficia o favorece, a otra deniega o condena. Quienes se encuentren satisfechos aludirán a una eventual sabiduría o excelencia del pronunciamiento judicial, o pronunciarán que "La Justicia ha laudado" o "ha dado su veredicto"; quienes no compartan cuestionarán la sinceridad de la decisión judicial, la alinearán a determinados postulados supuestamente cuestionables o reclamarán "estudiar o redefinir qué Jueces queremos" (1).  Remarcamos que los Jueces no pueden dejar contentos a todos, todo el tiempo; su trabajo, después de todo, no está destinado a recibir elogios de ciertas parcialidades ni pretende ser políticamente correcto.

El Juez es Magistrado, palabra que viene del latín “Magister” (“Maestro”) y cuya etimología le recuerda no sólo su autoridad, sino también su carácter de educador y de referente de los individuos por sus conocimientos y su probidad. Para estar a la altura de su Maestría debe saber, disciplinarse y capacitarse continuamente. Con el talento que poseyere y con su formación personal debe ofrendar, a través de su labor y estudio, sus fuerzas en beneficio de la comunidad. 

¿Debe un Juez abrazar una concepción política, o actuar en función de un proyecto social? Los Magistrados judiciales se deben a la Nación (arts. 23, 58, 59 y 77 num. 4º de la Constitución), aunque no puede desconocerse que las ideologías personales de cada Juez aparecen en ocasiones dentro de la “génesis ilógica” de su decisión. La decisión judicial no es el resultado de un cálculo matemático, sino un producto espontáneamente humano donde la apreciación se calibra en función de una valoración personal. El Magistrado, como ser humano que es, piensa y elabora en función de sus creencias y hasta de sus prejuicios, y no se oculta que si estos componentes se adicionan más de lo que se debe, la sanidad y la calidad de su pronunciamiento se encuentra en peligro. El Tribunal es una trinchera desde la cual se puede aportar para transformar muchas realidades injustas y para construir un mundo mejor, mas es necesario precaver las tentaciones del vanguardismo y del justicierismo, porque suelen hacer perder humildad y profesionalidad. Creemos que la respuesta y el equilibrio están siempre en la ética, en el sentido común y sobre todo, en el Derecho. Las ideologías o las concepciones personales de cada Juez, so pretexto de querer construir una sociedad más justa y mejor, no deben obnubilarle la visión del Derecho. El Derecho no es el pretexto sino el único camino por donde pasa, en una sociedad políticamente democrática, la verdadera Justicia; guste o no guste.



[1] Dentro de los que discrepan con un fallo judicial, tenemos a quienes entienden que la decisión judicial estaría revelando favoritismos, amiguismos o animosidades de los tribunales hacia la parte no agraciada o hacia "ciertos sectores". Son pocos los no favorecidos por un pronunciamiento judicial, que están dispuestos reconocer que el mismo pudo haber sido justo, aun cuando hubiera ido contra sus intereses.