martes, 1 de noviembre de 2022

DE LA ABOGACÍA DEL SIGLO XXI

 UNA VISIÓN DE UN JUEZ SOBRE EL ABOGADO DEL SIGLO XXI, SUS RETOS Y SUS COMPETENCIAS EN EL MUNDO GLOBALIZADO


Conferencia pronunciada en la Universidad Tecnológica Centroamericana - UNITEC, el día 1º de noviembre de 2022 en San Pedro Sula, Cortes, Honduras.


¡Buenos días a todas y a todos! Queremos agradecer a la Universidad Tecnológica Centroamericana - UNITEC, quien a través de nuestro amigo Luis Maljik nos otorgó el placer y el honor de poder estar ante ustedes. Nos complace observar a algunos estudiantes presentes, y créannos que en sus rostros todavía nos vemos, con aquella ilusión pero también con toda la tensión y la ansiedad que sentíamos, hace ya tanto tiempo, preparando la carrera de Abogacía y expectando un futuro que se nos planteaba como un vacío incierto, a la par que como una aventura. 

A través de estas palabras brindaremos nuestra visión desde el ejercicio de la Magistratura, una perspectiva especial que nos ha permitido ser testigos de Letrados de ayer y de hoy, y del porvenir mientras nos lo permita el destino, sobre lo que estamos percibiendo como la Abogacía del siglo XXI. ¿Ustedes recuerdan la magnífica obra de Piero Calamandrei El elogio de los Jueces escrito por un Abogado? Pues bien, de alguna manera esta será una especie de Semblanza de los Abogados del siglo XXI expuesta por un Juez.


I. De la Facultad de Derecho clásica

La Universidad y Facultad de Derecho clásicas nos proporcionan, siguiendo una tradición de muchos siglos, una información global en distintas disciplinas o materias jurídicas teóricas. Muchos estudiantes pierden el interés e inclusive la vocación, al no conectar esta enseñanza teórica con lo que podría servirles en la realidad. En cuanto a la experiencia personal que tuvimos, tenemos que confesar que en su momento muchas materias no las entendíamos porque no asociábamos cómo funcionaban en la práctica, ni cómo deberíamos aplicarlas al llegar la ocasión. Guardamos, es necesario aclararlo, una enorme gratitud por nuestra Universidad. Sin embargo, la información técnico-teórica que se nos brindaba con la mentalidad universitaria de otrora, por sí sola ya no alcanza para desempeñarse en la vida forense.

Salvo que uno ya esté desempeñando una experiencia de trabajo, uno sale con su título ante la Selva de la Vida. Sólo con este bagaje teórico-jurídico, el comienzo es muy difícil. Al salir de la Universidad clásica, unos van y abren su bufetito, en algún apartamento o en su casa; otros con más suerte tendrán un capital para comenzar más alto o se iniciarán en el estudio familiar o de un pariente o conocido, o en algún estudio más corporativizado, donde las exigencias son mayores y diferentes a lo que enseñaba la Facultad; otros intentarán incorporarse o hacer carrera en la Administración. Cada uno según su suerte.

No obstante, existe una grieta tal entre la Universidad y la realidad, que se impone a la fuerza adquirir en este mundo una capacitación y habilidades que la Facultad de Derecho clásica no nos había enseñado. Cierto es que el Abogado aprende en la práctica y en el sacrificio, en los aciertos o en los errores, y que los propios avatares de la vida van formando el camino, pero sólo con una formación teórico-técnica en materias jurídicas, la brecha es muy grande.

Ya no puede concebirse al Abogado tradicional liberal, litigante y solitario de bufete, atendiendo asuntos de las más variadas materias e índoles, para el que básicamente prepara la Universidad vernácula. Hace tiempo que en América Latina se maneja una Abogacía más empresarial y de equipos, que no sólo domina Códigos o Leyes sino herramientas de gestión y tecnológicas, más costosa que lo que acostumbrábamos ver hasta ahora. Porque al Abogado se le exige desempeñarse usando otras “expertises” que no son sólo las jurídicas.

 

II. De el nuevo pero actual mundo de los Abogados

El escenario actual es más complejo para los Abogados de los tiempos modernos.

Actualmente la Abogacía permite muchos canales de actividad, y quizá hasta dispone de más oportunidades que las que tenía antes: el ámbito público o el privado, la actividad liberal aislada o corporativa, bajo contrato o subordinada en una empresa, organización o equipo (con otros Abogados o multidisciplinaria), la litigación, la mediación, el arbitraje, la consultoría y la asesoría, la docencia, la investigación, la actividad empresarial y comercial, la política, la judicatura o el ministerio público, las relaciones internacionales, los derechos humanos y las cuestiones sociales, la cultura… Pero todo ello exige estar debidamente preparado, cada vez más, porque cada vez más cuesta ingresar y sobresalir en esos ámbitos si se aspira a triunfar. Y ello comienza en la misma Universidad, no puede esperarse a después.

No alcanza ya el título de grado generalista, ni el bagaje abstracto del Derecho. A pesar de ello, lo que puede parecer paradójico, luego de graduados el estudio del Derecho debe seguir continuando y actualizándose. Por supuesto importa saber de leyes y de técnica jurídica. Siempre hay que estar estudiando, actualizándose, capacitándose permanentemente. Los cargos públicos de Abogados o en grandes organizaciones privadas cada vez se llenan más por concursos que por designación o contratación política o directa. Prepararse para salvar los exámenes de barra o de colegiado en los países que lo exigen, a fin de poder desempeñarse en la práctica forense. En adelante, es necesario especializarse, formarse en conocimientos y saber sus últimos avances, siempre capacitarse. Que posgrados, que Maestrías, que Doctorados especializados… La internacionalización y la globalización exigen manejarse en el exterior y ocasionan una mayor circulación de profesionales Abogados. Aunque si bien la información en leyes es importante, más que preocuparse por aprenderla cada vez más importa saber dónde poder obtenerla en forma actualizada y completa. Debemos ser contundentes en precisar en que si bien el Abogado debe saber de Derecho, se diferencia del promedio por su habilidad de utilizar todo su conocimiento para el mejor favor de su cliente; lo que no significa que el fin justifica los medios. 

Cada vez hay más Abogados y Universidades; el país se superpuebla de ellos. La competencia y la confrontación con otros Abogados es abundante, cuando no implacable, en un mercado cada vez más abierto y cargado de profesionales, que va hacia la desregulación arancelaria malgrado los intentos de los Colegiados, y que da para todo tipo de morales y de profesionales sin escrúpulos. Cada vez más Leyes, o norrmas modificativas de las existentes. Normas internacionales, regionales… Nuevas demandas sociales presionan para lograr nuevos derechos o aperturas a través del Derecho. Es difícil comenzar y ascender, adquirir experiencia, cuando la Abogacía en cualquier rama en que se ejerza además de conocimientos requiere experiencia.

Hay que dominar otras habilidades además del Derecho: conocer sobre negocios y relaciones sociales, manejar otros idiomas además del propio en escritura, habla y comunicación, especialmente el inglés que es la actual “lingua franca” de intercambio en el mundo, si uno aspira a ampliar su ámbito de desempeño y a captar clientes del extranjero, muchos de los cuales vienen a nuestras latitudes a realizar inversiones y quieren saber qué facilidades les dan nuestros órdenes jurídicos. Debe el Abogado estar familiarizado con las nuevas tecnologías, en lo que tiene que ser solvente y estar siempre aprendiendo. Tiene que estar siempre al día con las noticias respecto a lo que está sucediendo y lo que está apareciendo, no sólo en lo jurídico sino en lo social. Todos estos conocimientos son no jurídicos, pero capitales para poder manejarse en el mundo que requiere los servicios jurídicos.

Cada vez son más altos los gastos de infraestructura y de funcionamiento de los estudios jurídicos. Ganarse el pan cada vez es más trabajoso. Parecería que las 24 (veinticuatro) horas del día no alcanzan. No hay tiempos para una vida afectiva o familiar estables. Mientras tanto, hay que hacerse apetecible para el mercado.

Hoy de los Abogados se requiere que apliquen el estudio y el pensamiento crítico para proponer soluciones jurídicas y prácticas que satisfagan las inquietudes de quienes solicitan sus servicios, en una sociedad cada vez más compleja y cambiante y donde el Derecho no lo es todo, por lo que hay que integrar en el trabajo otros conocimientos y habilidades. No bastan las teorías. Y si en ocasiones jurídicamente no posee salida, el cliente debe tener por su Abogado instrucción sobre cómo poder superar su problema con el mejor éxito y el menor daño posible.

Los tiempos cambian muy dinámicamente y con ellos el enfoque de la Abogacía. Con todo, la Abogacía se sigue asociando a un estándar de vida o social alto, además que ofrece una realización personal y del talento; pero no todos llegan a mantener un estatus adecuado. Llegar no siempre es sencillo Tenemos en todos los países un número apreciable de Abogados que no tienen o no han tenido mayor éxito, el tan mentado “proletariado profesional” que muchas veces no llega a fin de mes, ni puede pagar sus gastos de funcionamiento o tributarios.

¿Cómo gestionar esta Abogacía actual, sin que suponga caer en la extenuación o desanimar al “estudiante deseoso de estudiar las Leyes” como dijeran las Institutas de Justiniano, para afrontar estos desafíos? ¿Cómo lograr que muchos, los más, no se condenen a la mediocridad?

 

III. Pensar un nuevo enfoque de la Abogacía, lo que llamamos la “Nueva Abogacía” o la “Abogacía del Silo XXI”

Estudiar, formarse, dar lo mejor de sí, siempre aprender, ser diligente y atento a las realidades y a las necesidades de los clientes, de la labor y de los tiempos. Propender a la Excelencia. Esas son las consignas de la Abogacía del Siglo XIX.

El Abogado que se lanza a esta aventura de la Lucha por el Derecho debe tener muy claro de antemano hacia dónde debe ir, cuál es su verdadera vocación, porque eso le llevará a optimizar los recursos con los que cuenta para llegar a su meta personal, y a no abrumarse ante una realidad que exige cada vez más esfuerzo para sobresalir o imponerse. Pero también debe estar abierto a las oportunidades, a la eventualidad de tener que reformularse o de reinventarse, en un mundo tan proteico y que nunca deja de asombrarnos con sus propuestas y sus cambios. Ya no puede dejar que la vida lo lleve. Debe ser proactivo con su método, con su disciplina y con su labor. Y nunca es tarde para aprender, para actualizarse continuamente y para exigirse cada vez más. La edad ya no es excusa.

Hoy, en mi criterio, hay que reconocer que este panorama, que conocemos como la “Abogacía moderna” o “la Abogacía del siglo XXI”, es real; no se puede cambiar porque ha surgido para adaptarse y afrontar los desafíos de los tiempos modernos. Cada vez la mentalidad en este sentido debe ser más amplia. 

Se habla por algunos de que la Abogacía moderna debe tender a las macrocompetencias, a la transdisciplinariedad, a la construcción positiva y proactiva del conocimiento. Se espera de estos Abogados:

1) Un pensamiento crítico.- Conocer los fundamentos estructurales de la Ciencia del Derecho para entender las normas, los principios y los sistemas jurídicos en su ámbito histórico y contemporáneo relativos a las distintas disciplinas normativas. Identificar y analizar situaciones jurídicas para proponer de manera oral o escrita soluciones justificadas a los planteamientos que se le formulen, con base en la normativa aplicable. Implica proponer e instrumentar soluciones razonadas a los problemas jurídicos que se le plantean desde la esfera de su función. A su vez, el pensamiento crítico genera conocimiento en el área jurídica cuando, además de las disposiciones normativas, en la labor se aplica diferentes metodologías de las ciencias sociales para contribuir en la transformación del Derecho, con la finalidad de atender las necesidades del contexto, contribuyendo a su armonía y la búsqueda de la justicia.

2)  Resolver problemas de la realidad a través con un sentido de proyección social.- Se espera que los Abogados creen decisiones en el ámbito de la procuración y administración de justicia, con la finalidad de contribuir al establecimiento del Estado Constitucional de Derecho, bajo la perspectiva de los Derechos Humanos, considerando la normativa nacional e internacional.

3) Flexibilidad y proactividad, no exenta de humanismo y de probidad.- Hay que adaptarse y estar lo suficientemente dotado de conocimientos y de capacidades para lidiar con los conflictos y ganarse entre ellos una posición de respeto. Pero no hay que olvidarse de algunas cosas, porque cambian los desafíos y las realidades, pero debe mantenerse cierto espíritu y un “ethos” que no hay que perder de vista. Debido a ello, siempre es necesario actuar bajo los principios éticos y de responsabilidad social.

4) Tener competencias digitales y de comunicación. Es parte del conocimiento multi o transdisciplinar, que impone utilizar la cooperación e integración de saberes para el análisis de los fenómenos.

La capacitación y actualización jurídica debe ser para el Abogado actual un imperativo ético. Cada vez es más actual la prevención que nos hacía Eduardo J. Couture en su “Decálogo del Abogado”, de que el Abogado que deja de estudiar cada día es menos Abogado. Con todo, hay quienes creen que la versación técnico-jurídica ya no lo es todo, porque no es posible ya conocer todo el Derecho y hoy es fácil acceder a esa información a través de los bancos de datos y de la informática. Dijimos que no basta conocer sólo las normas; hay que integrarlas y hacerlas valer junto a otros conocimientos que son necesarios.

El mejor Abogado es el que se forma en conocimientos técnicos y competencias a la vez. Ese es el perfil más requerido por un 80% (ochenta por ciento) de los estudios corporativos y de los clientes, acorde a un estudio de 2014 de Sandra Enzler y Eugenia Navarro, de la Facultad de Derecho de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (España). Este estudio muestra que más que los conocimientos jurídicos o la excelencia técnica que ya no aportan por sí solos un valor diferencial para el Abogado en los grandes estudios (puesto que al ser necesarios en un Abogado se da por sobreentendido que todos ellos deberían tenerlos), lo que más atrae de los Abogados es su perfil y formación en habilidades de trabajo: capacidad de aprendizaje y de flexibilidad, análisis, argumentación, retórica, conocimiento de idiomas, comunicación y expresión escrita, oral y mediática, inteligencia emocional, emprendedorismo, consultoría, sustentabilidad o internacionalización. trabajo en equipo, liderazgo, gestión de riesgos y resolución de conflictos, orientación a resultados, mediación y arbitraje, administración, creatividad, planificación y gestión del tiempo, resiliencia, empatía y orientación al cliente, manejo de herramientas digitales, generación de negocios y de facturación.

La Abogacía, sea cual fuere la orientación que elija, no deja de ser una actividad de servicios, onerosa en principio. Lo que no significa que no esté exenta de vocación y de valores. Si bien en el siglo XXI el dinero y la fama marca el éxito profesional en todos los campos, aún hoy el Abogado es un Luchador por el Derecho, es un engranaje del Estado de Derecho en la opción que elija transitar. No hay que ser un mercader del Derecho; si bien el dinero es necesario, no lo es todo.

Es interesante cómo cada vez existe una mayor preocupación por velar por ciertas normas de Ética y de Deontología profesional. Y eso responde a la necesidad de que el Abogado, ante todo un alma humanista, no debe perder su sentido de humanidad. La Abogacía es, ante todo, una actividad humana destinada a los seres humanos. Mantener una reputación como individuo recto, correcto y honrado, para un Abogado continúa siendo importante. Tener una vida afectiva estable y disciplina elevada de superación espiritual no es un consejo anticuado: eso ofrece el basamento para poder expandirse y llegado el supuesto, para encontrar una fortaleza de refugio entre los avatares y las dificultades de la vida profesional del Abogado.

Estos tiempos demandan flexibilidad. A diferencia de las generaciones del siglo XX en que los Abogados aspiraban a la estabilidad (y muchos al sueldo público que la asegura), es bueno ver que los jóvenes siempre están buscando oportunidades, y si es necesario, asumir que tienen que encontrarlas fuera del país; no se aguantan un trabajo si entienden no les apetece o no les retribuye lo suficiente, y están siempre procurándose en el ínterin otro horizonte. En esto, la Abogacía no es diferente a otras actividades. Pero la actividad pública sigue siendo apetecida por su estabilidad, porque da tranquilidad y en ocasiones, permite otear o analizar desde esa tranquilidad otras posibles y mejores alternativas que puedan presentarse.

La actividad tradicional profesional liberal sigue siendo una opción, que aparte permite independencia y favorece el emprendedorismo personal. Pero de alguna manera tiende a la especialización, o va requiriendo compartimentar la labor en sociedades o equipos atendiendo a especializaciones o competencias, trabajar colectivamente en un estudio, lo que también ayuda a gestionar más eficientemente las tareas y a compartir los gastos de funcionamiento. De ahí que van despareciendo los estudios de lobos solitarios y cada vez aparecen más ofertas de pequeños y medianos estudios, además de los grandes, de firmas de Abogados asociados, o de organizaciones de profesionales de Derecho jerarquizadas, estructuradas en grados que van desde el pasante, ascendiendo a contratado y asociado, hasta la condición de socio, integrante de la junta directiva o director del estudio jurídico. Eso también permite ampliar la oferta de servicios entre la litigación o la asesoría familiar, comercial, tributaria y financiera. En eso cada vez se advierte Abogados asociados a otros profesionales, como Contadores, Economistas o Notarios, por ejemplo.

De alguna forma, la Abogacía està deviniendo cada vez más empresarial. Es que presentarse como estudio o profesional empresarial también capta mejor la atención de potenciales clientes y de justiciables. La mayor preocupación apunta a cómo entender las necesidades de los clientes, brindarles soluciones rápidas, ágiles y más satisfactorias ante sus reclamos. Se habla de “gestión jurídica”, de “servicios legales”; el Abogado debe manejar su estudio como un negocio y cuidar sus gastos de funcionamiento y tributarios como si fuera un negocio. Debe aprender a administrar su bufete, cómo regular su relación en sociedad o en el desempeño con los profesionales de su staff, como seleccionar eventualmente su personal si su volumen de actividad lo requiere, conocer herramientas de gestión y de desarrollo de negocios. Al vaivén de la globalización y de la tecnología, de la informática y de la inteligencia artificial, la Abogacía ha debido incorporarlas al universo de su actividad; en la agilidad y optimización del manejo, en la consultoría, en su forma de intercambio, en el ofrecimiento creativo y dinámico de sus servicios.  La clásica gestión con carpetas va dando paso a incorporando sistemas informáticos de gestión y bancos de datos especializados para los estudios jurídicos. Ello exige desarrollar capacidades de liderazgo y de organización, pero también de buenas prácticas.

El Abogado moderno necesita de alguna forma tratar de estar en la consideración pública, a través de su actividad, claro, formar y ofrecer una buena imagen. ¿Debe pasar esto por estar en las noticias y en la atención mediática? No necesariamente; lo importante es que en su entorno y en su ámbito de desempeño todos se informen de su trabajo serio, de su dedicación y de su éxito. Por lo que tiene cada vez más que preocuparse de su marketing y publicidad; de utilizar las nuevas herramientas y tecnologías de la información y comunicación para ofrecer sus servicios y para conseguir clientes o contratos a través de redes sociales, sitios web, blogs, medios de comunicación en general. Hay que captar el mercado; ya se terminó el sentarse en el escritorio esperando que caigan los clientes. Ahora debe crearse un perfil, una marca, una razón comercial para su estudio.

Ayer como hoy, el Abogado actual tiene que estar vinculado, porque es una herramienta para conseguir clientes en forma directa o indirecta, y para posicionarse socialmente, integrar asociaciones culturales o comunitarias sin fines de lucro, clubes de servicio o deportivos, organizaciones o cámaras empresariales o gremiales, fraternidades,  ejercer la docencia y el periodismo.

¿Esto significa que el Abogado actual debe tener un perfil mercantilista? Creemos que se trata de una necesidad que están imponiendo las circunstancias y la competencia, pero no va en desmedro de una Abogacía principista y con responsabilidad social. 

El Abogado ya no debe focalizarse tanto en litigar hasta llegar a la sentencia final, sino para prevenir y soluciones conflictos, lograr mediaciones y transacciones, siempre es mejor negociar que pleitear, y cada vez más en estos tiempos. Es también una forma de mejor gestionar la conflictividad y el tiempo; y a la larga los clientes quedan más satisfechos con una solución rápida aunque no siempre sea la esperada, que por un resultado bueno por conocer e incierto.

Debe preocuparse el Abogado además, por la facturación y por diseñar una adecuada estrategia de facturación, para poder sostenerse y progresar, sin perjuicio de reservar algunos espacios para actuaciones gratuitas o “pro bono” (que no dejan de ser un salario indirecto, dentro de políticas de responsabilidad social). Muchos estudios jurídicos prefieren contratar o hacer socios no a Abogados con sólidos conocimientos jurídicos, sino a Abogados que puedan atraer más clientes y que generen más facturación.

Estos tiempos ameritan especiales cuidados por proteger la reserva de los datos personales de sus clientes y el secreto profesional, pero a su vez imponen evitar liarse con actividades que puedan estar ligadas con el narcoterrorismo o la defraudación fiscal. Los Abogados actuales están obligados a respetar los controles e informaciones que pueda legalmente exigirles el Estado, y a tener y presentar políticas claras de transparencia en este sentido; sin perjuicio de que la reserva y el secreto profesional que le deben a sus clientes no sólo es un derecho, sino un deber.

El Abogado del Siglo XXI debe prepararse y estar preparado para jugar cómodamente en espacios internacionales, especialmente en los de su contexto regional. Debe conocer el Derecho de su comarca regional y sus problemáticas económicas y sociales. Otra vez la necesidad de saber idiomas.

Una especial cuestión significa hoy si puede ejercerse una “Abogacía con perspectiva de género”, que está transversalizando no sólo las áreas de los llamados “fueros de lo social” como el Derecho de Familia, el Derecho Penal y el Derecho Laboral, sino que va ganando otras áreas más conservadoras como el Derecho Civil y el Mercantil. Responde a una necesidad de operar en un entorno de pluralidad social, a la que debe adaptarse la profesión.

Este nivel de desarrollo tan demandante puede generar grietas de desigualdad entre los distintos Abogados. Es necesario ser muy sinceros y entender que esto es un problema que enfrenta la Abogacía actual, que la democratización en la adquisición de estas capacidades y herramientas nuevas no siempre será posible, y que no estará al alcance de todos. Porque asumir toda esta preparación, puesta a punto y condiciones, requiere de dinero y de esfuerzos. Es imposible que el Estado pueda regularlo, porque en la práctica el cernidor lo pondrá el mercado, y porque la adaptabilidad y la creatividad en definitiva, termina dependiendo de los recursos materiales y personales de cada propio Abogado. Entendemos, no obstante, que el Estado de Derecho puede esforzarse por propiciar mejores condiciones de acceso igualitario a oportunidades de formación como de planes de aliciente o de incentivos al desarrollo profesional. Es uno de los más acuciantes aspectos negros que enfrenta nuestra Abogacía del siglo XXI.

 

IV. El Abogado del siglo XXI debe salir de una Universidad del siglo XIX. La Universidad tiene que ayudar a que el estudiante, el futuro Abogado, encuentre lo mejor de él para desempeñarse con el mayor éxito que pueda en el mundo actual

La Universidad actual debe preparar a su futuro Abogado para desenvolverse en este contexto tan dinámico, exigente, competitivo y complejo, y a que tenga habilidades para adaptarse y sobreponerse a tales escenarios. Para ello tiene que entender cuáles son estas necesidades del Abogado nuevo, y debe acompañarle para prepararlo y sostenerle a enfrentar estos retos. Pero sobre todo, debe ayudarle u orientar al estudiante a encontrar su vocación en la Abogacía y en el mundo en que sea necesaria una preparación en Derecho.

No solamente debe esta Universidad darles materias jurídicas o ciertas clases de prácticas forenses. Debe formar acorde a las necesidades del mercado laboral y con un enfoque teórico-práctico, brindar habilidades necesarias para analizar, interpretar y aplicar la normativa legal nacional e internacional para resolver las más variadas y complejas problemáticas legales. Tiene que formar a su estudiante para que pueda actuar con solvencia, y en forma competente y pragmática, ante los requerimientos de la realidad.

Alguien sugería que la Universidad debía preparar también a sus estudiantes para cómo, llegado el momento en que se lancen a la calle, montar y gestionar un Estudio, cómo atender y mantener a los clientes, cómo facturar y cobrar honorarios, cómo ejercer la Abogacía. Es un conocimiento útil para la vida forense; la Universidad moderna no puede descuidarlo, y se lo debe a su alumno.

La Universidad debe propender a que su estudiante se forme en macrocompetencias. Ello tiene la finalidad de que el abogado egresado se comporte como un agente activo de cambio y de éxito; adaptándose al contexto normativo y social; que conozca y vincule los conocimientos multidisciplinarios y las herramientas tecnológicas en su desarrollo profesional en la solución de las cuestiones jurídicas; que sea capaz de comunicarse de manera empática; que procure la solución de controversias por medios alternativos; que domine una segunda lengua; que trabaje de manera conjunta y organizada. Pero también debe hacer tener presente al estudiante que todo ello está encaminado a que sea una Abogado integral, y que tiene una meta más alta que es contribuir con el desarrollo armónico y más justo de la sociedad.

Asimismo, la Universidad debe preocuparse para que sus alumnos encuentren una efectiva salida laboral. Es menester que aquélla se preocupe por ofrecer becas, pasantías o bolsas de trabajo, como también vías de salida laboral en empresas, estudios jurídicos o en la Administración; ser núcleo en que los estudios u organismos puedan buscar y encontrar personal idóneo para sus reclutamientos. Debe proveer una amplia movilidad académica y profesional internacional para estudiantes y docentes, así como intercambios académicos, programas de doble titulación.

Claro, eso supone que las actuales Universidades deben abrir más ofertas o cursos de formación, distintos títulos intermedios, de grado, postgrado o de especialización, maestrías y doctorados que permitan ir dando idoneidad progresiva para el mercado.

¿Deben las nuevas Universidades formar en valores? Es todo tema que admite muchas reflexiones. Pero si pensamos que la Abogacía es ante todo una profesión que debe ser regida por cierta ética, la formación deontológica no debe estar de más.

 

V. A modo de cierre

El siglo XXI ofrece a la Abogacía, como la respuesta de Leuconoe que relata el escritor uruguayo José Enrique Rodó en sus “Motivos de Proteo”, la más valiosa oportunidad, que es la del Espacio. Una Universidad del Siglo XXI debe mostrar a su estudiante que todo ese Espacio está para él, pero también debe dotarle de herramientas teóricas y prácticas para manejarse con suceso en el mismo.

Hemos visto con alegría que la Universidad Tecnológica Centroamericana - UNITEC lanza su reforma de su Licenciatura en Derecho, con la clara convicción de que los jóvenes estudiantes y Abogados de la región deben prepararse con la debida actualización y en las nuevas tendencias legales, para que puedan retar mejor el futuro. Deseamos entonces que esta reforma, este desafío, tenga mucho éxito, y que contribuya a que bajo su guía puedan formarse y triunfar los mejores talentos que Honduras, su región y Latinoamérica necesitan.