sábado, 5 de noviembre de 2016

UN ANTIGUO ESTUDIO SOBRE LOS LOBBIES - Parte III

II. ¿QUÉ ES UN LOBBY? DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS

Es probable (y ojalá lo fuera así) que a esta altura, y luego de un largo Capítulo introductorio, el lector se haya ya formado un concepto personal aproximado sobre qué es un lobby ([1]).

Podemos dar una conceptuación breve precisa e ilustrativa, que define al lobby y a sus actividades: El lobby es la presión profesionalizada. Dicha tarea se realiza a través de organizaciones profesionales rentadas ocasional o permanentemente por grupos de interés o intermedios (a quienes representarán), para influir en las decisiones de los órganos de Gobierno.

El lobby es una oficina técnica de presión; una organización meramente profesional que “hace los pasillos” (“lobbying”), para intervenir cerca de políticos y funcionarios e intentar influir en sus decisiones. En varias ocasiones los grupos que utilizan sus servicios poseen o mantienen sus propios organismos (dependientes o colaterales) de presión, subordinados ([2]).

Muchas veces la palabra “lobby” se usa como sinónimo de “grupo de presión”, pero en los EE.UU. se da a la palabra un sentido más estrecho, denominándose así a los agentes o representantes profesionales de asociaciones y grupos, cuya actividad es obtener el apoyo de los legisladores respecto a los intereses de sus empleadores. La Cámara de Comercio, por ejemplo, es un grupo de interés, que contrata servicios con un agente profesional a título oneroso, independiente de la asociación, para que el lobby puje por sus intereses ante el Gobierno ([3]); por supuesto, la Cámara puede tener además representantes miembros del grupo o empleados encargados de la labor de presionar conjuntamente o por separado. El lobby también puede realizar ciertos trabajos gratuitos para grupos sin recursos (un pequeño municipio sudamericano, algún grupo de inmigrantes, o por favor amistoso o político).

La “Federal Regulation of Lobbying Act” de 1946, sección 307, considera como lobby o lobista a “toda persona que por sí misma o por medio de un agente o empleado y otras personas en cualquier forma, directa o indirecta, solicite, colecte o reciba dinero o cualquier cosa de valor para ser usada como ayuda, o el principal objeto de esa persona sea la ayuda en el cumplimiento de cualquiera de los siguientes propósitos: a) la adopción o rechazo de cualquier legislación en el Congreso de los EE.UU.; b) influir, directa o indirectamente, en la adopción o rechazo de cualquier legislación por el Congreso de los EE.UU.”. La definición, aunque intenta ser precisa, abarcando a los lobbies profesionales y no profesionales, no está exenta de críticas por su pretendida minuciosidad; no obstante dicha definición no ha podido ser cambiada o suprimida hasta el presente en los intentos de reforma de la F.R.L. Act. La “Lobby Control Act” del Estado de Texas (1957) opta por un criterio amplio: “Existe lobby cuando hay contacto directo entre el lobbyist (lobista) y el legislador”.  Demasiado extensa en su alcance, también ha sido blanco de la crítica.

En resumen, podemos definir al lobby como una organización profesional, liberal o subordinada, cuyo cometido principal es gestionar o presionar, por medios directos o indirectos, ante las cúpulas del sistema político ([4]), con el objeto de influir en ellas, a fin de obtener ventajas para los grupos de interés que utilizan sus servicios. Sabe, demás, cómo es el sistema político y como aprovecharlo a tales efectos.


III. RETRATO DE UN LOBISTA (LOBBYIST)
El lobista (en inglés, “lobbyist”) es aquella persona agente o representante profesional de asociaciones o grupos que hace la tarea de presionar o gestionar (lobbying) ante las autoridades públicas. La índole de su trabajo (la presión profesionalizada) requiere de él un elevado pragmatismo y pone a dura prueba toda su capacidad de inteligencia, recursos y manejo de las relaciones públicas. Tales condiciones modelan la personalidad del lobista y lo transforman en un personaje muy peculiar del sistema político norteamericano, cuyos rasgos característicos intentaremos esbozar.

Debemos destacar que la imagen del lobista como individuo amoral, solitario y que trabaja articulando intrigas y presiones en la clandestinidad corresponde cada vez menos a la realidad ([5]). Generalmente puede ser un Abogado o graduado universitario en Ciencias Económicas o Sociales, ex Congresal (Representante o Senador), o un alto empleado, dirigente o Presidente de asociaciones o compañías, los cuales pueden trabajar en equipos o agencias, independientes o subordinados al grupo de interés. Actualmente podemos encontrar como lobistas a periodistas y expertos en publicidad, comunicación o relaciones públicas. El 90% de ellos son graduados de Secundaria, de los cuales el 27,5 % de ellos concurrió a “Colleges” y el 34 % tiene títulos en Leyes. Un 45 % de los lobistas tienen experiencia en el Gobierno Federal, ejerciendo su actividad ante el mismo Congreso (16,9 %), cargos ejecutivos o Comisiones (22 %) y otras funciones varias (6,1 %). Un 9,4 % posee experiencia en gobiernos locales ([6]). También suele ser el lobista un ex funcionario del Gobierno (generalmente del Congreso). Cabe destacar que muchas veces están fuera de los grupos que representan ([7]), y que la inmensa mayoría pertenece a la clase media y media alta, por lo general de origen anglosajón ([8]).

La tarea de lobbying no requiere, a pesar de que muchos de los lobistas son graduados en Colegios y Universidades, una preparación educacional previa; no existen carreras de lobismo ([9]). El lobista ha recibido la formación en su tarea en la Universidad de la Vida, porque todo se aprende de la experiencia y se logra a través de lograr buenos contactos. El lobista es, aparte, un profundo conocedor de las opiniones públicas y un hábil manipulador de las pasiones humanas, como puede apreciarse en el siguiente testimonio de uno de ellos ([10]):

“Yo ofrezco dos cosas: mi conocimiento es una, mi familiaridad con los problemas, necesidades, ambiciones y debilidades de los legisladores. Sé qué cuestiones deben minimizarse y quién necesita fuertes y sólidas evidencias. Sé quién sueña ser Gobernador o Senador y quién quiere quedarse donde está. Lo segundo son mis contactos personales. En quince años haces gran cantidad de amigos si lo intentas. Mientras no les pida nada que los hiera o viole sus principios, lo harán por mí. Y yo les devolveré el favor ayudándolos”.

Como resulta de este testimonio, el lobista debe ser un psicólogo innato y de gran intuición. No debe olvidarse que actualmente, dada la importancia, complejidad y elevado número de presiones a efectuar, los lobbies más importantes y mejor organizados no están constituidos por un solo lobista sino por uno o varios, que trabajan en coordinación y en equipo.


(continuará)






[1] En el Capítulo de Generalidades hemos anotado cómo la palabra que designa a estas organizaciones toma su origen en la actividad que realizan en los despachos o pasillos (en inglés, recordemos, “lobby” significa “pasillo”, “corredor”) del Congreso o inclusive de la Casa Blanca.
[2] DUVERGER, op. cit., p. 382.
[3] DION, op. cit., p. 113.
[4] Más adelante veremos que los lobbies presionan sobre la conducta de la opinión pública, aunque esto obra en realidad como un medio de presión indirecta sobre las autoridades de Gobierno.
[5] DION, op. cit., p. 123.
[6] Datos obtenidos de SALISBURY, op. cit., p. 151 y sigs..
[7]Como pistoleros de alquiler”, expresa SALISBURY, op. cit., p. 160.
[8] IPPOLITO - WALKER, op. cit., p. 37.
[9] IPPOLITO - WALKER, op. cit., p. 367.
[10] MAKIELSKI Jr., S., op. cit., p. 237.

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