II. ¿QUÉ ES UN LOBBY? DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS
Es probable (y ojalá lo fuera
así) que a esta altura, y luego de un largo Capítulo introductorio, el lector
se haya ya formado un concepto personal aproximado sobre qué es un lobby ([1]).
Podemos dar una conceptuación
breve precisa e ilustrativa, que define al lobby y a sus actividades: El lobby es la presión profesionalizada.
Dicha tarea se realiza a través de organizaciones profesionales rentadas
ocasional o permanentemente por grupos de interés o intermedios (a quienes
representarán), para influir en las decisiones de los órganos de Gobierno.
El lobby es una oficina técnica
de presión; una organización meramente profesional que “hace los pasillos” (“lobbying”),
para intervenir cerca de políticos y funcionarios e intentar influir en sus
decisiones. En varias ocasiones los grupos que utilizan sus servicios poseen o
mantienen sus propios organismos (dependientes o colaterales) de presión, subordinados
([2]).
Muchas veces la palabra “lobby”
se usa como sinónimo de “grupo de presión”, pero en los EE.UU. se da a la
palabra un sentido más estrecho, denominándose así a los agentes o
representantes profesionales de asociaciones y grupos, cuya actividad es
obtener el apoyo de los legisladores respecto a los intereses de sus
empleadores. La Cámara de Comercio, por ejemplo, es un grupo de interés, que
contrata servicios con un agente profesional a título oneroso, independiente de
la asociación, para que el lobby puje por sus intereses ante el Gobierno ([3]); por supuesto, la Cámara
puede tener además representantes miembros del grupo o empleados encargados de
la labor de presionar conjuntamente o por separado. El lobby también puede
realizar ciertos trabajos gratuitos para grupos sin recursos (un pequeño
municipio sudamericano, algún grupo de inmigrantes, o por favor amistoso o
político).
La “Federal Regulation of
Lobbying Act” de 1946, sección 307, considera como lobby o lobista a “toda persona que por sí misma o por medio de
un agente o empleado y otras personas en cualquier forma, directa o indirecta,
solicite, colecte o reciba dinero o cualquier cosa de valor para ser usada como
ayuda, o el principal objeto de esa persona sea la ayuda en el cumplimiento de
cualquiera de los siguientes propósitos: a) la adopción o rechazo de cualquier
legislación en el Congreso de los EE.UU.; b) influir, directa o indirectamente,
en la adopción o rechazo de cualquier legislación por el Congreso de los EE.UU.”.
La definición, aunque intenta ser precisa, abarcando a los lobbies
profesionales y no profesionales, no está exenta de críticas por su pretendida
minuciosidad; no obstante dicha definición no ha podido ser cambiada o
suprimida hasta el presente en los intentos de reforma de la F.R.L. Act. La “Lobby
Control Act” del Estado de Texas (1957) opta por un criterio amplio: “Existe lobby cuando hay contacto directo
entre el lobbyist (lobista) y el legislador”. Demasiado extensa en su alcance, también ha
sido blanco de la crítica.
En resumen, podemos definir al
lobby como una organización profesional, liberal o subordinada, cuyo cometido
principal es gestionar o presionar, por medios directos o indirectos, ante las
cúpulas del sistema político ([4]), con el objeto de influir
en ellas, a fin de obtener ventajas para los grupos de interés que utilizan sus
servicios. Sabe, demás, cómo es el sistema político y como aprovecharlo a tales
efectos.
III. RETRATO DE UN LOBISTA (LOBBYIST)
El lobista (en inglés, “lobbyist”)
es aquella persona agente o representante profesional de asociaciones o grupos
que hace la tarea de presionar o gestionar (lobbying) ante las autoridades
públicas. La índole de su trabajo (la presión profesionalizada) requiere de él
un elevado pragmatismo y pone a dura prueba toda su capacidad de inteligencia,
recursos y manejo de las relaciones públicas. Tales condiciones modelan la
personalidad del lobista y lo transforman en un personaje muy peculiar del
sistema político norteamericano, cuyos rasgos característicos intentaremos
esbozar.
Debemos destacar que la imagen
del lobista como individuo amoral, solitario y que trabaja articulando intrigas
y presiones en la clandestinidad corresponde cada vez menos a la realidad ([5]). Generalmente puede ser
un Abogado o graduado universitario en Ciencias Económicas o Sociales, ex
Congresal (Representante o Senador), o un alto empleado, dirigente o Presidente
de asociaciones o compañías, los cuales pueden trabajar en equipos o agencias,
independientes o subordinados al grupo de interés. Actualmente podemos
encontrar como lobistas a periodistas y expertos en publicidad, comunicación o
relaciones públicas. El 90% de ellos son graduados de Secundaria, de los cuales
el 27,5 % de ellos concurrió a “Colleges” y el 34 % tiene títulos en Leyes. Un
45 % de los lobistas tienen experiencia en el Gobierno Federal, ejerciendo su
actividad ante el mismo Congreso (16,9 %), cargos ejecutivos o Comisiones (22
%) y otras funciones varias (6,1 %). Un 9,4 % posee experiencia en gobiernos
locales ([6]). También suele ser el
lobista un ex funcionario del Gobierno (generalmente del Congreso). Cabe
destacar que muchas veces están fuera de los grupos que representan ([7]), y que la inmensa mayoría
pertenece a la clase media y media alta, por lo general de origen anglosajón ([8]).
La tarea de lobbying no requiere,
a pesar de que muchos de los lobistas son graduados en Colegios y
Universidades, una preparación educacional previa; no existen carreras de
lobismo ([9]). El lobista ha recibido
la formación en su tarea en la Universidad de la Vida, porque todo se aprende
de la experiencia y se logra a través de lograr buenos contactos. El lobista
es, aparte, un profundo conocedor de las opiniones públicas y un hábil
manipulador de las pasiones humanas, como puede apreciarse en el siguiente
testimonio de uno de ellos ([10]):
“Yo ofrezco dos cosas: mi conocimiento es una, mi familiaridad
con los problemas, necesidades, ambiciones y debilidades de los legisladores.
Sé qué cuestiones deben minimizarse y quién necesita fuertes y sólidas
evidencias. Sé quién sueña ser Gobernador o Senador y quién quiere quedarse
donde está. Lo segundo son mis contactos personales. En quince años haces gran
cantidad de amigos si lo intentas. Mientras no les pida nada que los hiera o
viole sus principios, lo harán por mí. Y yo les devolveré el favor ayudándolos”.
Como resulta de este testimonio,
el lobista debe ser un psicólogo innato y de gran intuición. No debe olvidarse
que actualmente, dada la importancia, complejidad y elevado número de presiones
a efectuar, los lobbies más importantes y mejor organizados no están
constituidos por un solo lobista sino por uno o varios, que trabajan en
coordinación y en equipo.
(continuará)
[1]
En el Capítulo de Generalidades hemos anotado cómo la palabra que designa a
estas organizaciones toma su origen en la actividad que realizan en los despachos
o pasillos (en inglés, recordemos, “lobby” significa “pasillo”, “corredor”) del
Congreso o inclusive de la Casa Blanca.
[2]
DUVERGER, op. cit., p. 382.
[3]
DION, op. cit., p. 113.
[4]
Más adelante veremos que los lobbies presionan sobre la conducta de la opinión
pública, aunque esto obra en realidad como un medio de presión indirecta sobre
las autoridades de Gobierno.
[5]
DION, op. cit., p. 123.
[6]
Datos obtenidos de SALISBURY, op. cit., p. 151 y sigs..
[7]
“Como pistoleros de alquiler”,
expresa SALISBURY, op. cit., p. 160.
[8]
IPPOLITO - WALKER, op. cit., p. 37.
[9]
IPPOLITO - WALKER, op. cit., p. 367.
[10]
MAKIELSKI Jr., S., op. cit., p. 237.
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