miércoles, 2 de noviembre de 2016

UN ANTIGUO ESTUDIO SOBRE LOS LOBBIES - Parte I

DOY A CONOCER EN ESTE BLOG Y POR ENTREGAS, UN ANTIGUO TRABAJO ESCRITO EN 1988 SOBRE LOS LOBBIES EN LOS ESTADOS UNIDOS Y SUS PERSPECTIVAS EN EL URUGUAY MODERNO. POR DIVERSOS MOTIVOS NO LO PUBLIQUÉ EN SU MOMENTO. EL MISMO, A PESAR DE SU TIEMPO, POSEE ACTUALIDAD.



EL LOBBY COMO DEFENSOR DE LOS INTERESES DE LOS GRUPOS DE PRESIÓN EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, Y POSIBILIDADES Y PERSPECTIVAS PARA SU EXISTENCIA EN EL DERECHO DEL URUGUAY MODERNO


Edgardo Ettlin


I. GENERALIDADES

Actualmente los grupos de interés (llamados también “grupos intermedios” o “grupos de presión”) ocupan un papel muy importante en el mecanismo del sistema político norteamericano, por lo que no debe extrañar la frase de BEVERLY SMITH: “El poder se divide en cuatro ramas: la ejecutiva, la legislativa, la judicial y la de los grupos de presión” ([1]). No obstante la actuación que ya tuvieron estos grupos de presión desde el alborear de los EE.UU. como nación independiente, la incorporación de estas asociaciones al sistema de Gobierno y a la teoría política fue muy difícil ([2]). El Liberalismo resistió mucho a estos grupos ya que éstos, intentando obtener ventajas para sus intereses particulares, se oponen por naturaleza al interés general, y nada es el interés general si se lo toma como la suma total de la lucha de los diferentes intereses individuales y grupales ([3]). El interés público o general se convertiría en el producto de distintas presiones privadas tan potentes como las fuerzas que fascinaron a Newton ([4]). No es difícil advertir que los grupos de intereses minoritarios están mejor organizados que las grandes mayorías, máxime cuando los Partidos Políticos carecen de principios o programas ideológicos, disciplina de voto o de posiciones definidas con respecto a determinados temas ([5]). Muchas veces los representantes del pueblo se sienten los instrumentos de los pequeños grupos (quienes suelen haberlos apoyado para llegar al poder), más que los portavoces del interés de la Nación, y esto es más evidente cuando se los ve formar parte de Asambleas (como el Poder Legislativo). La democracia liberal implica la representación de ciudadanos, no de intereses económicos o sectoriales ([6]).

La existencia de los grupos intermedios (sindicatos, asociaciones y grupos de estudiantes o profesionales liberales, comisiones vecinales, Cámaras de comerciantes o industriales, grupos religiosos o filosóficos, etc., sean públicos, reservados o secretos), son un producto de la Democracia moderna, que surgen como consecuencia de la disgregación del poder político ([7]) y de la dificultad que tienen los representantes del pueblo para tomar contacto con las aspiraciones de los individuos. No cabe duda entonces que es a través de la actividad de los distintos grupos de interés organizados para reivindicar sus inquietudes particulares que los gobernantes obtienen hoy día información sobre las voluntades de sus gobernados; no sería adecuado tomar decisiones políticas sin conocer previamente cómo podrían afectar a los que realizan las determinadas actividades en las que la decisión incidiría. Pero es menester destacar que los ciudadanos norteamericanos consideran -porque lo saben- que la representación por legisladores no es suficiente ([8]), y que los grupos intermedios permiten que las aspiraciones individuales o particulares se articulen mejor para llegar a los Poderes públicos, corrigiendo la insatisfacción de los afectados particularmente por distintas medidas de los Gobiernos. A través de ellos, la voluntad del ciudadano tiene un canal de influencia e intervención en las esferas de decisión ([9]). Según nos afirmaba en una conversación personal HARRY WALLACK, especialista en Ciencia Política del New Endowment for Democracy (N.E.D.), el norteamericano típico no se preocupa de las luchas electorales o de Partidos Políticos, sino que articula sus intereses a través de los grupos intermedios en los que trabaja ([10]). Esa es su forma de participar en el mecanismo político de los Estados Unidos: dos estadounidenses que se conocen, conversen y sientan que poseen un problema común ya fundan una asociación para reivindicar sus intereses propios. Las teorías de la “representación popular” y del “interés general” son dos ficciones que la Ciencia Política hace tiempo se encargó de desenmascarar y desmitificar. Los grupos intermedios o de interés, más que destruir a la Democracia, la hacen más flexible y dinámica. Hoy la política norteamericana es inconcebible sin los grupos de interés ([11]) ([12]).

Estos grupos poseen gran preocupación por hacer escuchar su voz en los Poderes públicos de los Estados Unidos, especialmente en el Congreso (Poder Legislativo), y el poder de estas asociaciones se mide por la influencia con que éstas cuentan en las Cámaras del Congreso o las Comisiones donde se elaboran las Leyes o pactos políticos. El acceso a los legisladores es importante cuando en las Salas se ventilan Proyectos favorables o desfavorables a los grupos sectoriales ([13]). La tarea de los legisladores norteamericanos es febril y ardua, así como abundante: anualmente tiene que estudiar cada legislador unos 30.000 proyectos de Ley, de los que aproximadamente mil serán considerados en la Cámara ([14]). Es evidente concluir que ningún legislador tiene tiempo para estudiar personal y detenidamente cada uno de estos Proyectos, Proyectos que en la inmensa mayoría de los casos no serán redactados por ellos mismos, sino por sus asesores o equipos de colaboradores. Por razones de trabajo, los Proyectos de Ley se elaboran o discuten en pequeñas Comisiones de legisladores, cuyos textos reciben una aprobación meramente formal (en su mayoría) en el Plenario de la Sala de la Cámara; si la Comisión los rechaza es probable que ni siquiera lleguen al Plenario. Aquí será muy importante la tarea de los grupos intermedios, los cuales tienen mucha injerencia en este procedimiento de elaboración y adopción de las Leyes o rechazo de los Proyectos, puesto que las comisiones o equipos de asesores son más sensibles, y por lo tanto, influibles. Una vez conocido un Proyecto que favorece o no a alguna asociación, los grupos interesados buscan promover su sanción o rechazo, intentando llevar el platillo de la balanza a la decisión para sus conveniencias, influyendo en las diferentes etapas del proceso de formación de las decisiones, y su presión es la mayoría de las veces exitosa. La conversación informal entre los legisladores y los grupos es decisiva, porque es en los despachos y en los pasillos (en inglés “lobbies”) donde se toman las verdaderas decisiones legislativas y políticas, que los Plenarios sólo refrendan.

Al principio los grupos de interés (o de presión) actuaban directamente concurriendo todos los asociados o enviando una delegación de los mismos. Posteriormente enviaron y mantuvieron cerca de la Capital Federal y las Capitales de los diferentes Estados representantes permanentes, miembros o empleados del grupo de presión, que se encargaban de transmitir los planteamientos de sus mandantes ante las autoridades y los Representantes o Senadores, y mantenían comunicados a su grupo de cómo avanzaba la tarea legislativa en los asuntos de su interés. En una tercera etapa, la necesidad de los grupos de asegurar su éxito y la iniciativa de personalidades vinculadas estrechamente a los círculos de poder dieron lugar a la creación de organizaciones profesionales especializadas en “lobbying” (término con que se denomina al Arte de desempeñarse en la conversación de pasillos), desvinculadas de los grupos intermedios pero unidas a ellos por una relación de trabajo, e integradas por personas o profesionales independientes, individualmente u organizados en Estudios o Bufetes, que tenían como fin defender profesional y técnicamente a los grupos intermedios mediante una relación de arrendamiento de servicios o laboral remunerada presionando a los Poderes públicos ([15]). Muchas veces no son miembros y carecen de vínculos ideológicos o políticos con aquellos a quienes representan; se reducen a simples organizaciones comerciales o liberales que pueden defender a varios grupos a la vez, aunque las organizaciones de representación profesional más grandes representan a un solo grupo. Este tipo de organización de representación profesional de los grupos de intereses se conoce en los Estados Unidos como “lobby”, (“lobbies” en plural); “lobbyist” es el encargado de hacer el “lobby” y “lobbying” se llama a su tarea ([16]).


(continuará)




[1] Citado por KEY Jr., V.O., en “Política, Partidos y Grupos de Presión”, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1962, p. 225, nota 2.
[2] KEY, op. cit., p. 226.
[3] BURDEAU, G., “Traité de Science Politique”, Paris, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, T. VII, ps. 138 y 142.
[4] EULAU, H., “Lobbyists: the wasted profession”, en MALECKI, F.S. - MAHOOD, H.R., “Group Politics. A new emphasis”, Charles Scribner’s Sons, New York, 1972, p. 199.
[5] FARLAND, A.S., “Public interest lobbies versus minority faction”, en “Interest Group Politics”, Washington, C.Q. Press, 1986, 1st. Edition, ps. 325 y 326.
[6] BURDEAU, op. cit., T. VI, p. 454.
[7] BURDEAU, op. cit., T. VII, ps. 140 y 142.
[8] KRAEHE, R., “Le phenomène du ‘lobbying’ dans l’État du Texas”, en “Revue de Droit Public”, Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence, 1965, p. 640.
[9] BURDEAU, op. cit., T. VII, ps. 138 y 139; T. V, p. 639.
[10] Es sabido que no más de un 50 a 60 por ciento del electorado norteamericano participa en los Comicios, lo que ha movido a algunos a cuestionar la legitimidad representativa de sus autoridades. Estas personas, que se atreven a hacer estas consideraciones superficiales sin conocer el sistema político estadounidense, omiten señalar que nadie (salvo facciones insulares) cuestiona a estas autoridades electas en dicho país. El norteamericano común vive la Democracia en sus grupos intermedios. No pierde tiempo en defender ni cuestionar la legitimidad de su Democracia, porque no concibe jamás otro sistema de Gobierno.
[11] DION, L., “Les groupes et le pouvoir politique aus États Unis”, Quebec, Les Presses de l’Université Laval; Paris, Armand Colin, 1965, p. 71.
[12] EULAU, op. cit., p. 196.
[13] DION, op. cit., ps. 72 a 74, y 76. BURDEAU, op. cit., T. V., p. 640.
[14] MAKIELSKI Jr., “Pressure Politics in America”, University Press of America, 1980, p. 233.
[15] DUVERGER, M., “Sociología Política”, Colección Demos, ed. Ariel, México-Barcelona-Caracas, 1981, p. 382. MAKIELSKI, op. cit., p. 237.
[16] Para referirnos al “lobbyst” usaremos el término españolizado “lobista”. Por razones de tradición, no obstante dejaremos a las palabras “lobby” y “lobbying” como en las originales inglesas. La palabra “lobby” suele traducirse en castellano como “cabildo”, “lobbying” como “cabildeo” y “lobbyst” como “cabildante”.

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