DE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO
JURÍDICO (V)
Todo dentro del
Derecho y nada fuera del Derecho. La armonía de toda sociedad y la legitimidad
de toda política descansan sobre esta fórmula tan simple. La Historia y la Vida
muestran los beneficios cuando se observa y las calamidades que se producen
cuando nos apartamos de ella. El Derecho es una mar tranquila y serena por
donde todos los proyectos sociales y políticos llegarán a buen puerto. ¿Quién
se cree tan poderoso o impune para prescindir del Derecho? Quien pretenda
negarlo o colocarlo por debajo de los intereses o de las veleidades humanas, ¿a
qué o a quién recurrirá cuando lo necesite? Si quien gobierna menosprecia el
Derecho, corre él mismo el riesgo de ser desobedecido y menospreciado. La
sociedad que prescinde o se mofa del Derecho, verá destruirse a sí misma con
dolor.
En la senda del orden
jurídico está lo correcto. Sin embargo, no siempre se lo valora en su justa
medida. Bien decía Confucio que “El
camino recto es como una ancha avenida; no es difícil encontrarlo cuando se
busca, pero los hombres no se esfuerzan por descubrirlo”. Vaya a saberse
por qué preferimos navegar por la mar procelosa de los intereses humanos, y no
por la calma de las normas. El mundo del Derecho es el de nuestra Realización
(aunque parezca paradójico); el ámbito de los intereses nos sume en el señorío del conflicto y de la fuerza. Nuestra es la elección de preferir transitar
por el Derecho hacia la Felicidad o de seguir por nuestros intereses hacia las
miasmas de la tiranía. Hoy como ayer, recordando a Artigas en su Carta del
25.12.1812 a Sarratea: “La cuestión es
sólo entre la libertad y el despotismo”.
No es el interés
general el resultado de una suma de intereses, ni el interés de una facción o
de un gobernante. La autoridad que da el Cuerpo Electoral no es una patente
para hacer lo que se quiera, sino para obrar dentro de las reglas que ha
prefijado la sociedad. Tremenda responsabilidad que todos debemos cuidar.
No hay peor
autoritarismo que el que se disimula con un barniz democrático o eleccionario.
Como dijera Nicholas Villiaumé, “de todas
las formas de gobierno, el despotismo, cuando ha tomado su fuente en la
elección popular, es aquel que presenta los más graves peligros para la
sociedad que dirige”. Quien traiciona la voluntad del Cuerpo Electoral para
dominar cercenando la Libertad, o para ningunear o eliminar a quien se atreva a
ejercer su derecho a la expresión del pensamiento, es un reo de Lesa Nación y
no un gobernante. Gobernar es una oportunidad de servir a los demás y a la causa
de su Felicidad. Quien entienda la
Libertad como algo subversivo y a la Felicidad Pública como un estorbo
ideológico de clase, que tema al Derecho.
La Libertad y la Felicidad no son de
derecha ni de izquierda, no tienen facción, grupo ni partido; pertenecen a la gente. Los gobernantes y los
magistrados públicos no tienen banderas. Lo mismo sucede con el Derecho.
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