DE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO JURÍDICO (I)
Cada
individuo persigue su propia realización. Toda persona procura consolidar un
lugar en el mundo, disfrutar de calidad de vida, obtener la consideración y el
reconocimiento ajenos. Este es el motor de la Historia de la Humanidad que en
una óptica, es la Historia de la articulación de los diversos intereses. No obstante, el Hombre [1]
es un animal social, político y jurídico. Un ser humano, por biología, por
conveniencia o por necesidad, no puede vivir normalmente sino en comunidad o en
colectivos. Inclusive para obtener sus logros personales, estratégicamente o
por necesidad ya que nadie puede hacerlo solo, el individuo deberá agruparse
con otros.
El
contacto entre los diferentes ámbitos de intereses genera en las sociedades
fricciones y competencias ya que en el mundo físico, limitado por la escasez de
recursos y de oportunidades, nadie (personal o grupalmente) puede lograr o
ampliar su propio ámbito sin consecuencias en el ajeno. En ese tracto los seres
humanos se organizan y articulan a través de estructuras de afinidades y de
poder, basamento del sistema político que tiene como objetivo la conducción
social.
Como
la experiencia ha mostrado que la colisión o la conflagración de intereses
suele no ser productiva ni beneficiosa, se hace necesario reglas para articular
su interacción a efectos de que todos puedan convivir sustentablemente. Las
estructuras del poder político deben elaborar una disciplina de ejercicio para
que los intereses actúen dentro de los límites de sus derechos, y un sistema de
supraordenación para conducir el tejido social. Así, las personas, los
colectivos y los gobiernos se desenvuelven a través de reglas que ordenan la
convivencia en sociedad y las relaciones entre gobernantes y gobernados. Estas
normas según los casos podrán crearse a través de una imposición, o
consensuarse a través de una convención o pacto entre los diversos individuos o
grupos. El Derecho surge así, teniendo como padre a la necesidad social de
ordenar el juego de las diferentes pretensiones, y como madre a la voluntad
política que desde las estructuras del poder le da realidad.
Es
el Derecho pues, un producto social y político, con independencia de cómo lo
conciba cada cultura y de cómo lo estructuren los protagonistas sociales o los conductores
políticos que le dan forma. Mas el Derecho no es un mero armonizador de lo
social y lo político, sino que posee vocación para imponerse como entidad
propia y para recrear la realidad social y política como un instrumento
evolutivo. El Derecho no es una molestia, ni un sojuzgador social ni un
complicador de los propósitos de los gobiernos; es un instrumento poderoso para
propiciar y en su caso transformar hacia mejores condiciones y oportunidades de
realidad. No hay cambio político ni social sin el concurso del orden jurídico.
¿Lo
jurídico debería predominar sobre lo político y sobre lo social? El Derecho es el
máximo nivel conocido de la organización sociopolítica humana, donde lo
jurídico es el elemento objetivo civilizador y garante de todos los intereses y
derechos por excelencia. No hay gobierno, por más autoritario que sea, que no
busque legitimarse en un sistema de Derecho a la hora de querer congraciarse
con el consenso social. Concebimos a lo jurídico permeando a lo social y a lo
político. El Derecho no es un fin en sí mismo, del mismo modo que lo social y
lo político no son tampoco fines en sí mismos. Precisamos que lo jurídico no puede sobrepujar
a lo social o lo político, pero tampoco puede ser menos; no significa que el
Derecho deba ceder o subordinarse a lo social o a lo político (o a quienes
detenten la organización de lo socio político). No puede ser viable ni aspirar
a la eternidad un Derecho servil o que funja para prohijar la voluntad de gobernantes
o de los grupos que los sostienen. Porque el compromiso de lo jurídico no está
al servicio de la voluntad de un sistema o de una ideología de turno sino con
la persona humana, apuntalándole, permitiéndole un espacio de oportunidades
contra las imposiciones de la cultura social y de los avasallamientos de los
gobiernos.
¿Lo
político o lo social deben estar por encima de lo jurídico? Toda sociedad y
todo gobierno pretenden por su parte la satisfacción de sus gentes, pero no
pueden olvidarse de lo jurídico. La vida cotidiana da cuenta de las infelicidades, cuando no de los daños irreversibles, que se producen cuando se
pretende anestesiar o prescindir de la razón del Derecho.
Lo
social, lo político y lo jurídico no están ni por encima ni por debajo uno de los
otros, sino todos juntos y cada uno destinados y consagrados a la felicidad de
cada ser humano. En el Derecho, eso por lo menos está muy claro.
[1] La palabra “Hombre” con mayúscula denota a cualquier
individuo de la especie humana con abstracción de su sexo. No se verá en este
término una connotación ni sesgo de género. Entendemos la palabra “Hombre” como la síntesis espiritual de todos los
conocimientos, de todas las experiencias y de todos los tiempos de su especie.
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