DE LO SOCIAL, LO POLÍTICO Y LO JURÍDICO (VII)
“Sin una autoridad encargada de formar las leyes; sin un Gobierno que cuide de cumplirlas; sin jueces que las apliquen en las contiendas particulares; los hombres no reconocerían otro derecho que el del más fuerte, ni éste otra razón de obrar que su utilidad y su capricho: no habría deberes que llenar, ni obligaciones que cumplir; y una confusión perpetua, sería el escollo en que vendrían a estrellarse la libertad individual, la seguridad del ciudadano, y el tranquilo goce de sus propiedades.”
Jaime Zudáñez, “Manifiesto que la
Constituyente dirigió al Pueblo Oriental para que comprendiese a cabalidad el
significado del Juramento que el Pueblo iba a hacer sobre la Constitución de la
nueva República, el 18 de julio de 1830”
Es menester
que la Justicia sea independiente porque sería fatal para una sociedad que
aquélla fuera políticamente obsecuente. La independencia hace a la dignidad y
al prestigio de la Justicia y de los Jueces. Hay una relación muy directa entre
corrupción, servilismo y sujeción al poder político, y esto no es una idea
personal: lo demuestran los rankings internacionales de transparencia y de
efectividad (eficiencia y eficacia) de los sistemas judiciales. Por tanto, la
mayor independencia de los Magistrados hace a la mejor calidad de vida democrática.
En toda Democracia la independencia de Poderes no es una formalidad sino una
garantía para todos los habitantes, porque los pone a salvo de
la voracidad de los gobernantes (de los Jueces inclusive).
La Justicia
tiene por misión solucionar los conflictos de intereses (con arreglo al Derecho
y a la Verdad). En lo jurisdiccional, nadie tiene el derecho de revisar una
decisión de un Juez sino es el propio Poder Judicial. Pero asimismo le
corresponde a éste un importante papel en el Control del Poder; dentro de esta
misión la expresión del imperio de un Magistrado judicial trasciende lo
estrictamente jurídico para proyectarse públicamente. Las decisiones de los
Jueces pueden así afectar intereses privados o políticos. ¿Eso significa que
tiene una potestad superior a los demás poderes de gobierno (Poder Legislativo
y Poder Ejecutivo), o que es el regulador supremo del sistema político social?
¿Quién controla a ese controlador?
El Poder
Judicial no es más que los demás Poderes de gobierno (Poder Legislativo y Poder
Ejecutivo), aunque tampoco es menos. Si bien en ocasiones el Poder Judicial
debe velar por que los otros Poderes transiten bajo el Imperio del Derecho, se
trata de una potestad que se le ha cometido únicamente dentro del marco de la
Constitución y de las Leyes. Es este marco jurídico quien a su vez también
nivela al Poder Judicial cuando se excede en sus atribuciones. Dentro de un
delicado mecanismo de equilibrio institucional y normativo todos los Poderes de
Gobierno son iguales, pero cada uno haciendo lo que debe hacer.
El Juez no
es un dios, sino un ciudadano sometido a las mismas obligaciones y deberes que
cualquier otro ciudadano. Sus poderes y potestades, su imperio, actúan
solamente cuando el Derecho o las personas exigen su actuación y cesan cuando
ha juzgado o ejecutado lo juzgado; fuera de esas oportunidades no es más que
nadie. Porque el Pueblo le ha delegado directamente la tarea de hacer justicia,
el Juez se debe y rinde cuentas directamente al propio Pueblo (arts. 23, 82,
118 inc. 2º y 233 de la Constitución; art. 84 de la Ley No. 15.750); en ello,
la potestad del Juez conlleva como contrapeso una enorme responsabilidad que
exige al Juez una ética de humildad y de servicio. Los Magistrados del Poder
Judicial deben, por imperio de la Constitución y de las Leyes, ser
facilitadores de la armonía institucional y del libre juego de todos los
derechos. El autocontrol profesional y ético obliga a los Magistrados
judiciales a no creerse los reguladores del sistema.
En un mundo de intereses una decisión judicial puede agradar a algunos y disgustar a otros. Las sentencias proyectan a la vez luces y sombras, alabanzas y rechazos. Y es natural, propio de la índole del quehacer jurisdiccional que mientras a una parte beneficia o favorece, a otra deniega o condena. Quienes se encuentren satisfechos aludirán a una eventual sabiduría o excelencia del pronunciamiento judicial, o pronunciarán que "La Justicia ha laudado" o "ha dado su veredicto"; quienes no compartan cuestionarán la sinceridad de la decisión judicial, la alinearán a determinados postulados supuestamente cuestionables o reclamarán "estudiar o redefinir qué Jueces queremos" (1). Remarcamos que los Jueces no pueden dejar contentos a todos, todo el tiempo; su trabajo, después de todo, no está destinado a recibir elogios de ciertas parcialidades ni pretende ser políticamente correcto.
En un mundo de intereses una decisión judicial puede agradar a algunos y disgustar a otros. Las sentencias proyectan a la vez luces y sombras, alabanzas y rechazos. Y es natural, propio de la índole del quehacer jurisdiccional que mientras a una parte beneficia o favorece, a otra deniega o condena. Quienes se encuentren satisfechos aludirán a una eventual sabiduría o excelencia del pronunciamiento judicial, o pronunciarán que "La Justicia ha laudado" o "ha dado su veredicto"; quienes no compartan cuestionarán la sinceridad de la decisión judicial, la alinearán a determinados postulados supuestamente cuestionables o reclamarán "estudiar o redefinir qué Jueces queremos" (1). Remarcamos que los Jueces no pueden dejar contentos a todos, todo el tiempo; su trabajo, después de todo, no está destinado a recibir elogios de ciertas parcialidades ni pretende ser políticamente correcto.
El Juez es
Magistrado, palabra que viene del latín “Magister” (“Maestro”) y cuya
etimología le recuerda no sólo su autoridad, sino también su carácter de educador
y de referente de los individuos por sus conocimientos y su probidad. Para
estar a la altura de su Maestría debe saber, disciplinarse y capacitarse
continuamente. Con el talento que poseyere y con su formación personal debe
ofrendar, a través de su labor y estudio, sus fuerzas en beneficio de la
comunidad.
¿Debe un Juez abrazar una concepción política, o actuar en función de un proyecto social? Los Magistrados judiciales se deben a la Nación (arts. 23, 58, 59 y 77 num. 4º de la Constitución), aunque no puede desconocerse que las ideologías personales de cada Juez aparecen en ocasiones dentro de la “génesis ilógica” de su decisión. La decisión judicial no es el resultado de un cálculo matemático, sino un producto espontáneamente humano donde la apreciación se calibra en función de una valoración personal. El Magistrado, como ser humano que es, piensa y elabora en función de sus creencias y hasta de sus prejuicios, y no se oculta que si estos componentes se adicionan más de lo que se debe, la sanidad y la calidad de su pronunciamiento se encuentra en peligro. El Tribunal es una trinchera desde la cual se puede aportar para transformar muchas realidades injustas y para construir un mundo mejor, mas es necesario precaver las tentaciones del vanguardismo y del justicierismo, porque suelen hacer perder humildad y profesionalidad. Creemos que la respuesta y el equilibrio están siempre en la ética, en el sentido común y sobre todo, en el Derecho. Las ideologías o las concepciones personales de cada Juez, so pretexto de querer construir una sociedad más justa y mejor, no deben obnubilarle la visión del Derecho. El Derecho no es el pretexto sino el único camino por donde pasa, en una sociedad políticamente democrática, la verdadera Justicia; guste o no guste.
[1] Dentro de los que discrepan con un fallo judicial, tenemos a quienes entienden que la decisión judicial estaría revelando favoritismos, amiguismos o animosidades de los tribunales hacia la parte no agraciada o hacia "ciertos sectores". Son pocos los no favorecidos por un pronunciamiento judicial, que están dispuestos reconocer que el mismo pudo haber sido justo, aun cuando hubiera ido contra sus intereses.